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Richard P. Feynman



Richard P. Feynman nació en la ciudad de Nueva York el 11 de mayo de 1918. Estudió en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, donde obtuvo su licenciatura en 1939 y en la Universidad de Princeton, donde obtuvo su Ph.D.en 1942. Fue asistente de investigación en Princeton (1940-1941), profesor de Física Teórica en la Universidad de Cornell (1945-1950), profesor visitante y profesor designado a partir de entonces de Física Teórica en el Instituto de Tecnología de California (1950-1959). En la actualidad es profesor Richard Chace Tolman de Física Teórica en el Instituto de Tecnología de California.

Profesor Feynman es miembro de la American Physical Society, la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia; la Academia Nacional de Ciencias; En 1965 fue elegido miembro extranjero de la Royal Society, Londres (Gran Bretaña).

Él tiene las siguientes premios: Premio Albert Einstein (1954, Princeton);Premio Einstein (Albert Einstein Premio de la Facultad de Medicina); Premio Lawrence (1962).

Richard Feynman está casado con Gweneth Howarth, tienen un hijo, Carl Richard (nacido el 22 de abril de 1961), y una hija Michelle Catherine (nacido 13ª de agosto de 1968).

El físico Richard Feynman, uno de los mejores científicos del siglo XX, logró imaginar el futuro en una de sus irrepetibles ponencias.


En la década de los sesenta, el físico Richard Feynman comenzó a impartir clases de física a los estudiantes de primeros cursos de Caltech. Su entusiasta labor divulgativa fue reconocida tiempo después con la Medalla Oersted, que galardona las contribuciones más notables en el campo de la enseñanza de la física.


Sus clases fueron después recogidas en las populares Conferencias de física de Feynman, que le convirtieron en uno de los grandes maestros de una disciplina científica tan intrigante como compleja. Pero Richard Feynman no se limitó sólo a dar a conocer lo que ya sabía, sino que este investigador también fue un fantástico visionario de los grandes avances científicos que llegarían décadas después.


Su pasión por la física venía desde la infancia, cuando se dedicaba a coleccionar viejos aparatos de radio para su particular laboratorio de electrónica. A partir de los 12 años, ya era capaz de montar sus propios aparatos. Esta curiosidad por aprenderacompañó a Richard Feynman durante el resto de su vida.

El lado más personal de Feynman

Tras terminar su doctorado, el físico norteamericano trabajó en el Proyecto Manhattan, dirigido por Robert Oppenheimer con el objetivo de desarrollar la primera bomba atómica. No eran tiempos fáciles para el joven Feynman, pues su esposa había sido diagnosticada de tuberculosis, falleciendo finalmente en octubre de 1946.

La muerte de Arline Greenbaun sumió a Richard Feynman en la tristeza durante los dos siguientes años. A pesar de su difícil situación personal siguió trabajando, especializándose en el campo de la electrodinámica cuántica. Sus investigaciones le valieron finalmente el Premio Nobel de Física en 1965. Sus declaraciones tras recibir el galardón científico más importante, muestran de nuevo el carácter y la personalidad del genio:


«No veo el interés en que alguien de la academia sueca decida que ese trabajo es suficientemente noble para recibir un premio. Yo ya recibí mi premio. El premio es el placer de descubrir. Eso es lo que es real. Los honores son irreales»

 Imaginar cómo será el futuro


En las charlas que Richard Feynman daba a sus estudiantes de Caltech, hoy disponibles para todo aquel interesado en el mundo de la física, destaca especialmente una, en la que introduce el revolucionario campo de la nanotecnología. En aquella conferencia, el físico explicó que “there’s plenty of room at the bottom” (que podríamos traducir como “que hay mucho sitio al fondo“).


Aquella ponencia anticipó el espectacular desarrollo que tiene hoy en día la nanotecnología. ¿Quién podría pensar hace décadas que esta disciplina científica nos ayudaría a diagnosticar o tratar enfermedades, mejorar la sostenibilidad ambiental o innovar en telefonía móvil? Quizás sólo el cerebro de Richard Feynman pudo imaginar lo inimaginable: que la nanotecnología, tan invisible como revolucionaria, sea hoy una realidad.